Federico II de Prusia fue un amante de los caballos y de los galgos con quien practicaba la caza en los amplios jardines de su residencia en Postsdam a 20 km de Berlín.
A su muerte quiso que lo enteraran cerca de sus perros.
Reposa en una tumba sencilla y a su lado 9 pequeñas tumbas que contienen los restos de cada uno de sus galgos que el iba enterando conforme iban muriendo.
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